La villa de Camas, situada en una llanura de la margen derecha del Guadalquivir, presenta un trazado urbanístico irregular en torno a la carretera de Sevilla a Extremadura. Las edificaciones más antiguas de la población ostentan una impronta dieciochesca. No obstante, en origen, según Morgado, fue una arquería musulmana. En una colina próxima, denominada cerro del Carambolo, apareció hace cincuenta años, en 1958, un valioso tesoro, hoy expuesto en el museo arqueológico de Sevilla, que se ha tenido como tartésico hasta fechas recientes en que se ha reivindicado como fenicio.
En la plaza principal del pueblo destacan la iglesia parroquial de Santa María de Gracia y el ayuntamiento, como símbolos del poder religioso y civil. El templo que nos ocupa sustituyó, según consta documentalmente, a otros de menor relevancia arquitectónica de los siglos XV y XVII. El actual, comenzado a construir hacia 1723, no se inauguró hasta el 4 de mayo de 1800. En dicho acto el sermón fue predicado por el Beato Fray Diego José en Cádiz. Sabido es que las obras fueron dirigidas, en diferentes etapas, por los maestros mayores del Arzobispado Diego Antonio Díaz, Ambrosio de Figueroa y Pedro de Silva. Este último arquitecto intervino, según consta documentalmente, entre 1760 y 1761.
La fábrica de esta iglesia, como es lógico, adopta el esquema parroquial. Tiene, pues, tres naves abovedadas. La central, más ancha y alta que las colindantes, se cubre con bóveda de medio cañón con lunetos; y las laterales, con bóvedas baídas. Las arquerías divisoras de naves presentan arcos de medio punto que cabalgan sobre pilares de sección rectangular con pilastras adosadas. El buque del templo desemboca por la cabecera, en la capilla mayor, flanqueada por las dos absidiales. Las tres acaban en testero plano.
La distribución espacial interior se refleja al exterior con gran nitidez, a través de sus escuetos volúmenes y techumbres. En sus desornamentadas y encaladas fachadas hay dos puertas: una, la puerta del Perdón, en el flanco derecho, con arco de medio punto; y otra, en el imafronte, coronada con frontón triangular partido. El conjunto monumental se remata con una sencilla espadaña, que refuerza nítidamente su ritmo vertical.
En el mobiliario litúrgico del edificio que nos ocupa se conservan retablos de interés y un confesonario, decorado con rocallas de la segunda mitad del siglo XVIII. A los pies de la nave central abre la puerta principal del templo, clausurada por un cancel de madera sobre el que se dispone la tribuna superior del coro, cuyo órgano, de los comedios del Ochocientos, fue donado por la reina Isabel II. A ambos lados del mismo cuelgan del muro dos pinturas de factura popular: Santas Justa y Rufina y Cristo con la samaritana.
Ya en la nave del evangelio encontramos varios retablos y pinturas. Entre estas últimas podemos reseñar las de Coronación de la Virgen, Crucifixión y Santa María de los Reyes, cuya vistosa tela puede fijarse en las postrimerías del siglo XVII. El retablo de Ánimas es un arco de medio punto al que se adapta una pintura sevillana de fines del siglo XVIII. Este óleo sobre lienzo reproduce la consabida escena del Purgatorio.
A continuación aparece el retablo de la Virgen del Carmen, de la época del templo, ostenta en el ático el escudo de la Orden carmelita. La imagen mariana titular, de candelero para vestir, responde al gusto estético de principios del XVII. En origen fue una Purísima Concepción, que posteriormente se adaptó a la iconografía de su nueva advocación carmelitana. El pequeño Jesús, responde a la tipología de los llamados Niños de cuna, y es obra seriada. Este retablo queda flanqueado por dos ménsulas donde se exponen la Virgen de Fátima y Santa Ángela de la Cruz, ambas efigies carentes de interés artístico.
Inmediatamente después hay un retablo de la primera mitad del Setecientos, compuesto por un solo cuerpo y remate, donde se exponen el Crucificado de la Vera Cruz. El conjunto se completa con pinturas sobre tablas de San Juan Evangelista, María Magdalena, a derecha e izquierda de la hornacina central; y en el ático, un Jesús Nazareno. Este interesante ejemplar fue contratado, quizás, por José Fernando de Medinilla en 1732.
De inmediato, también en la nave del evangelio, se ubica el retablo del Sagrado Corazón de Jesús, cuya hechura arquitectónica de escaso interés artístico se cataloga, asimismo, hacia 1800, época en la que se inaugura esta nueva iglesia parroquial. La figura cristífera que se venera en este retablo es una obra seriada, carente de toda significación plástica. Responde a la consabida iconografía del tema que nos ocupa.
La capilla absidial situada a la derecha del presbiterio preside esta nave lateral izquierda. En su interior se expone el retablo de la Virgen de Gracia, titular de la iglesia, cuya imagen de candelero procede, al igual que el retablo mayor, del exconvento de los Trinitarios descalzos de la plaza sevillana del Cristo de Burgos. Esta efigie mariana, muy retocada, puede datarse hacia 1600. El pequeño Jesús, en origen de la Virgen del Rosario, se expone en la sacristía del templo. El referido retablo, de factura barroca, es del siglo XVII.
En el interior del templo focaliza la atención del espectador el retablo mayor instalado en el presbiterio. Dicha máquina de estilo neoclásico, contratada por Francisco de Acosta y Antonio Chamorro en 1800, está decorada con esculturas y relieves de la Orden trinitaria. Y, conforme al programa iconográfico desarrollado, se remata con la Trinidad Beatísima. Actualmente, dichas piezas, de la época del retablo, están siendo restauradas por el artista sevillano Miguel Bejarano Moreno. Como se sabe, dicho retablo mayor procede del extinguido convento de los Trinitarios descalzos de la plaza del Cristo de Burgos de Sevilla. Llegó a su nuevo emplazamiento tras la revolución de 1868. Se compone de un solo cuerpo con tres calles, en cuya hornacina central se expone actualmente la Virgen de los Dolores, patrona de la localidad. Se trata de una imagen de candelero para vestir, realizada por el insigne escultor sevillano Juan de Astorga en 1819. Su patronazgo fue promulgado por el papa Pío XI en 1916. En los intercolumnios laterales del retablo aparecen, sobre ménsulas, San Juan de Mata y San Félix de Valois, fundadores de la Orden trinitaria. El ático semicircular queda centrado por un relieve de la Santísima Trinidad. El conjunto, jaspeado, imita la ornamentación marmórea y se enriquece con filetes dorados. Las basas y capiteles de las columnas son también de tonos áureos. Los santos, de barro y telas encoladas, nos remiten a las fórmulas de Cristóbal Ramos.
Como es usual en las iglesias sevillanas del Barroco, el retablo mayor queda flanqueado por dos ángeles lampareros, en esta ocasión, de pequeño formato y de claro sabor dieciochesco. Una bella escultura de San José con el Niño acunado entre sus brazos, del círculo de Roldán, se exhibe hoy sobre una ménsula dorada en el primer pilar de la izquierda, contiguo al presbiterio. En el otro lado, descubrimos una Inmaculada de Olot.
En la capilla absidial, situada a la izquierda del presbiterio, se exponen al culto varias esculturas pasionistas contemporáneas, inmersas en la tradición imaginera sevillana: el Cristo del Soberano Poder y la Virgen de la Humillación, obras del artista Ángel Velázquez Vega; y la Virgen del Rosario, también dolorosa, del conocido artista hispalense José Antonio Navarro Arteaga.
Ya en la nave de la epístola está el retablo de la Virgen de la Candelaria, de factura neoclásica, cuya titular puede atribuirse también a Cristóbal Ramos. Dicha efigie mariana, de candelero para vestir, es de papelón. El Niño, del círculo de Felipe de Ribas, es una escultura infantil adaptada a esta Virgen. Se representa, de pié, con los bucles de su cabellera desmochados. A la derecha, está Santa Brígida, también imagen de candelero para vestir, que refleja asimismo las maneras de Cristóbal Ramos. Tanto esta efigie como la de Ntra. Sra. de la Candelaria proceden de la desaparecida ermita de Santa Brígida. En el lado opuesto, a la izquierda, está San Vicente de Paúl, obra seriada. Y en el ático aparece el arcángel San Rafael, obra de hacia 1800. Luego sigue el antiguo retablo de San Luís Gonzaga, datable asimismo hacia 1800, año en que se ultimaron las obras de esta parroquial según consta líneas atrás. En su interior se expone ahora el Simpecado del Rocío, bordado en oro sobre terciopelo verde. La escultura de San Luís Gonzaga, antiguo titular del mismo, se conserva en la actual sacristía de la iglesia parroquial que estudiamos, tras la capilla mayor.
Por último en la antigua capilla bautismal, situada a los pies de la epístola, se ha adaptado el actual Sagrario, cuya antigua pila, procedente de la iglesia trianera de la O, fue bendecida en 1615 y trasladada a este nuevo emplazamiento en 1628. Su retablo, trabajado totalmente en mármol, es obra realizada en 2006. En él se expone al culto a Ntro. Padre Jesús del Gran Poder, imagen de vestir, de tamaño natural, realizada en 1923 por el escultor valenciano Francisco Marco Díaz-Pintado, maestro de Sebastián Santos Rojas y de Antonio Illanes. En su interior, flanqueando al citado retablo, hay un lienzo dieciochesco de la Virgen de Guadalupe, firmado en el ángulo inferior derecho por Luís de Texada. Frente por frente, hay un relieve de la Virgen de la Antigua de la primera mitad del siglo XVII. Y, finalmente, debemos reseñar un Niño Jesús, de tradición montañesina del Setecientos.
Entre las piezas de orfebrería, atesoradas a través del tiempo, podemos citar un copón de 1588 y unas crismeras de la misma época y semejante ornamentación; la cruz procesional, con restauraciones rococó, corresponde a la primera mitad del siglo XVII; una corona de la Virgen del Rosario, decorada con flores carnosas típicas del momento barroco; y un cáliz y copón, de plata lisa, ejecutados por el artista sevillano Antonio Méndez a finales del siglo XVIII.
Juan Miguel González Gómez
Catedrático y Director del Departamento del Arte de la Universidad de Sevilla